Perú ganó en Quito hizo historia y nos alegró el día, el mes, el año, y quizá la vida. Por Walter López.
Con el corazón en la garganta, y la ilusión a flor de piel. Es así como amanecimos ayer miércoles cada uno de los 30 millones de peruanos. No importan los problemas, las deudas, las penas. Estos muchachos, estos tigres de Ricardo Gareca nos han brindado la tarde más memorable de los últimos 30 años. Una tarde que nos hace olvidar todas las frustraciones y nos hace pensar que, ahora sí, el sueño del mundial deje de ser un sueño para convertirse en una feliz realidad.
La tensión se sentía desde la mañana del martes. Quien les habla no pudo dormir la noche anterior, me comía las uñas, sudaba frío, era como si fuese a jugar el partido, porque en realidad lo iba a jugar, como cada peruano. Y a las 4 pm nuestros corazones y almas estaban con nuestros guerreros en el Atahualpa de Quito, librando la más importante de las batallas.
Todos esperábamos que Ecuador nos salga a avasallar los primeros minutos y que Perú tenga que aguantar en su arco varias opciones de gol de los rivales. Esto nunca pasó, y salvo un palo (que ni siquiera fue un remate) el arco del cuestionado Carlos Cáceda no corrió riesgo. Y sí lo hizo el del golero ecuatoriano Banguera, que se tuvo que lucir en un remate de Paolo Guerrero.
Sin embargo, se podría decir que el primer tiempo fue parejo. El segundo no lo fue. Perú fue amo y señor del partido. Y todos los peruanos seguíamos nerviosos, porque veíamos impotentes como nuestro equipo fallaba una, y otra y otra… y la pelota no tenía cuando entrar. Hasta que llegó el momento esperado, el momento en que el Instituto Geofísico del Perú detectó la actividad en grados Richter, porque literalmente el país tembló…
‘Oreja’ Flores recuperó una pelota tras un mal servicio de Arboleda, encaró y sacó un remate que llevaba consigo todas las esperanzas acumuladas tras 35 años de fracasos mundialistas, una pelota que llevaba toda la fuerza de los incas y los apus, un remate que tenía la fuerza acumulada que cada peruano. Y ese remate se clavó en el arco de Banguera, y desató el ‘sismo’ más feliz que pudimos tener.
Y cuando aún las gargantas estaban calientes de tanto gritar, cuando quien escribe estaba tirado en el suelo casi llorando de emoción, llegó el segundo. Y sí, de alguien que hace un año yo no quería en la selección, de alguien a quien critiqué hasta el cansancio. Y hoy, me tapó la boca a mí y a sus críticos, y lleno la boca de cada compatriota con el más sublime grito de gol. Paolo Hurtado, el héroe inesperado, que no tenía ni un minuto en la cancha, puso el 2–0.
Luego vino el descuento ecuatoriano, previo penal y expulsión a Ramos porque claro, para que la película sea perfecta la historia no podía ser tan fácil. Quince minutos llenos de suspenso los que pasamos al final, pero que Gracias a Dios (o al destino si no eres creyente), transcurrieron sin que se altere el marcador. ¡¡¡¡¡¡GANAMOS!!!!!! Y fue un grito salido del alma al final, el grito de la victoria más importante que su servidor haya visto en su vida.
La cara de la gente de las calles es de felicidad, y aunque aún no estamos en Rusia, nadie nos va a quitar lo bailado este martes y la ilusión que nos generó. Aún faltan dos pasitos, pero ya no hablaremos más del ‘matemáticamente’. Hoy hablamos de una realidad, una realidad feliz que nos tiene cerca, muy muy cerca del gran sueño de todos. Estar en Rusia 2018.